Todo el que me conoce sabe de mi querencia por el país Teutón, no en vano realicé la carrera de Filología Alemana por puro amor a su cultura, sus gentes y su idioma; si, su idioma. Quitémosnos prejuicios y demás ranciedades y miremos hacia adelante. Sólo así podremos evolucionar como especie.
El Pabellón de Alemania fue el primero que visité en aquél famoso 19 de abril de 1992 en el que se hizo una prueba de cómo sería la EXPO al día siguiente. Me impresionó su diseño abierto, supongo que intentaban decirles al mundo que ahora que el Muro de Berlín había caido, se sentían más cercanos a todos. Y sí, había un trozo original del famosísimo muro, aunque tengo que admitir que mi vena andaluza salió cuando lo ví y exclamé: «¿esto es un trozo del Muro de Berlín? ¡Vamos, venga ya! ¡Esto es un trozo del muro de la calle Torneo!
Chascarrillos aparte, el Pabellón de Alemania fue uno de los más importantes dentro de la Avenida de Europa, disfrutando de una posición privilegiada en la misma.
Os traigo un banderín de dicho pabellón en el que Alemania se muestra al mundo como «maravillosa» y yo os puedo asegurar que lo es.